martes, 6 de marzo de 2012

Confesión

Descubrí que quiero irme, no porque quiero estar sola, sino para justificar mi soledad. A mí misma, no a los demás.


Soy Daniela Alvarado, tengo 27 años. Me gusta viajar, las películas francesas y el vodka. Hubiese querido hacer otra cosa para vivir, pero soy empresaria. Trabajo desde que tengo 20 años, edad que tenía cuando falleció mi padre. Entonces tuve que aprender a hacer dinero.

Hace poco más de un año tengo un negocio junto con mi hermano. Mantengo la casa, pago la renta, todas las cuentas, todo lo que mi mamá quiera. Me compré un auto lindo que no me gusta manejar, me sobra para guardar en una cuenta de ahorros que se llama "viaje" y tengo un closet lleno de "no sé qué ponerme". Me va bien. Trato de no quejarme de mi vida porque la gente me mira mal si lo hago.

Tengo amigos, buenos, y los quiero, y me quieren y hablamos todo el tiempo. Tengo un perro y lo amo, estoy segura que mucho más de lo que algunas mujeres aman a sus hijos.

Soy pésima en las relaciones.

Viajo cuando quiero, a donde quiero. Conozco gente de muchos lugares. No me pongo nerviosa cuando tengo reuniones de negocios en otros países, pero sí en mi país, no lo entiendo.

Soy Daniela Alvarado, tengo un negocio, familia, amigos, cosas, un perro y estoy sola.

Estoy sola porque cuando quiero llorar no sé a quién contarle mis problemas, porque mi problemas son que extraño a mi padre.

Extraño a mi padre y el dolor no lo cura el tiempo, porque si algo sé yo, es que el tiempo no cura nada.

Cada día el dolor es más grande, porque cada día la vida es más difícil, entonces tengo más preguntas y situaciones nuevas y estoy perdida. Él lo sabía todo, todo.

Quisiera decir que crecí más rápido sin él, que tuve que madurar a la fuerza, pero no fue así. Al contrario, crecí como una niña perdida, porque a los 20 años yo era la niña de mi padre.

Y tengo una confesión horrible: quiero que la vida pase rápido porque todo lo que quiero es verlo.

Y no quiero estar bien, saben, no quiero estar bien porque todas las cosas buenas que me pasan son porque él me ayuda, desde donde esté, entonces tengo miedo, tengo miedo de estar bien y que piense que ya no lo necesito.

Estoy sola porque nadie entiende esto que siento. A veces siento que me ahogo y quiero tirar todo y gritar que por favor regreses, entonces corro a la ducha y tengo que llorar ahí, para que mi mamá no me vea.

Ya no quiero ver más padres con sus hijas, no quiero las malditas películas de papás que se han muerto, ya no quiero seguir trabajando si no tengo a quién pedirle consejos.

Maldita sea, no sé ni a quién preguntarle cómo debo hacer un reclamo al seguro. Entonces tengo que llamar y poner voz de importante y pretender que sé qué mierda estoy hablando, cuando no sé un carajo! No sé un puto carajo de nada!

No tengo nada, no tengo nada desde que no estás. Todos los días que tacho, son días menos para verte.