Te conocí tanto, durante dos años de verte todos los días, de escuchar tus palabras dulces, que en aquellos tiempos sonaban tan cursis.
Recuerdo más que nada tu rostro y esos ojos verdes. Mentiría si dijera que aún recuerdo tu olor o mucho sobre nuestro tiempo juntos. Mentiría si dijera que alguna vez te extrañé o que volví a escribir tu nombre. Pero aún así fuiste aquella persona que se queda grabada en un rincón especial en el corazón, fuiste aquel primer amor que se tiene cuando aún no se sabe qué es el amor. Fuiste mi novio de los quince.
Quisiera tener aún tus cartas, las busqué entre mis cosas viejas, pero luego recordé que en una de esas miles de peleas las tiré a tus pies y dije que nunca más te quería ver. Sin embargo, volvimos, como tantas otras veces. Una sonrisa entre lágrimas me trajo recordar ese momento.
Toda esta pesadilla comenzó cuando escuché tu nombre como protagonista en una historia de terror, mis manos se congelaron, mis ideas se paralizaron e hiciste lo que nunca antes pudiste, romper mi corazón.
Me pregunto mil cosas, entre ellas, si alguna vez creciste.
Sin dudarlo cambiaria toda mi vida por volver a agarrar tu mano, si tan solo pudiera guiarte por otro camino. Quisiera tener el súper poder de salvarte la vida, de borrar en ti toda pena, de retroceder aquel momento en que te equivocaste, aquel momento que se descuidó tu ángel.
Me invade una angustia gigante que me quita el sueño. Me siento culpable de ser feliz y saber que tú debes estar tan triste.
Si el mundo girara a mi alrededor, te exigiría una explicación. Pero ahora todo lo que quiero es que me digan que fue un error, que me digan que no es cierto, que me digan que tú eres libre.
Esta noche pido a Dios por una segunda oportunidad para ti, ya no pido nada para mí. Le pido a Dios que te deje ser libre.
1 comentario:
Me alegran los que piden!
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