Después de mostrarle a gritos y palabras hirientes quién realmente yo soy, sus ojos asomaron lágrimas.
Eso es lo que siempre consigo.
Eso es todo lo que sé obtener de las personas, a la perfección.
Él hablaba infinitamente muchas mentiras, porque esa es su forma de ver la vida y yo me impaciento.
Crece dentro de mí aquella persona a la que debería tenerle miedo, la que pierde los estribos.
Él no sabe que no puede herirme, cómo podría hacerlo.
Yo sé perfectamente quien soy, y lo acepto.
Con su corazón en la mano, pide más.
Sin comprender cómo puede pedir eso, yo se lo niego.