sábado, 21 de abril de 2012

El inicio del adiós

Pasar el incómodo proceso de hacerte notar que sí me interesa, mientras bailas a mi lado y me empujas a propósito para tener excusas para hablar.
Contestar tus mil preguntas sobre quién soy y de dónde vengo, que trates de hacerme reír y lo logres.
Hablar un poco de política, sólo para asegurarme de que no seas socialista.
Apresurar el paso del alcohol para tener a quién echarle la culpa.
Dejar que bajes tus manos hasta mi cintura.
Llegar al momento en que nos decidamos, el momento de cerrar los ojos y besar.
Besar como si estuviésemos enamorados, como si nadie estuviese mirando.
Besarnos como si no tuviera un vuelo de regreso.
Besar para que llegue el momento en que me pidas que me quede y que nos demos una oportunidad.
Besar para olvidar que no recuerdo tu nombre y que nunca pregunté si tenías novia.
Besar para decirte que no, que no puedo.
Besarte para reírme cuando me preguntes si tengo Facebook.
Besar en muchos idiomas, besar para tener recuerdos.

Contestando tu pregunta: sí, me pasa en todos los países. Y no, no fuiste diferente.


Entre nosotros

Entre todos los ir y venir, las vueltas en mi cabeza.
Entre todas las despedidas, preguntas y promesas.
Entre mis risas y tus halagos, y el fragolino helado.
Entre mis atrasos y tus reproches, tus besos y mis derroches.
Entre todo lo que perdimos y no sabemos si queremos recuperar.
Quedan nada más que miradas perdidas, respuestas no pedidas, lágrimas sin secar.
Quedan las bufandas olvidadas, tu olor, los libros sobre Praga.
Quedamos los dos, desnudos de cuerpo y alma.
Queda la nada y el adiós.
El que siempre sabe llegar.