miércoles, 26 de septiembre de 2012

Anoche

Se levantó de su cama, desnudo, y encendió un cigarrillo, como ella odiaba que haga, pero ahora poco le importaba.
Era evidente, el desamor, el vacío en sus ojos, lo mataba.
Miraba desde la ventana la luz de la calle. Esta vez no tenía ganas de llorar, ni de gritar, pero tampoco de verla ir.
Ella había entregado lo poco que podía dar, poco que siempre fue nada.
Ni siquiera quería intentar.
Lo miraba de lejos, hermoso, desconcertado, perdido, nada de lo que ella quería.
No podía ni pensar en sus sentimientos, sólo le importaba el reloj.
Era hora de marcharse, con lo poco que quedaba.
Se llevó su ropa, sus discos, un par de libros. Se le quedaron los aretes y las ganas.
Se fue, como siempre.

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