Hay mañanas, luego de esas
noches, en las que esos pensamientos de los que huyo se vuelven inclementes y
ya no hay escape.
Una tostada integral y un jugo de
zanahoria no ayudan a alegrar esas mañanas, ni tampoco a sentirme mejor conmigo
misma.
Es el luchar diario por mantener
un trabajo que sólo da dinero, es un luchar diario por ser cordial con los
amigos, es un
luchar diario por mantener a la familia contenta, es un luchar diario para demostrar
amor y para ganármelo.
Todos los días son una lucha.
Para nosotros, a quienes las
cosas no nos vienen fáciles y tenemos la necesidad imperante de tomar todo por
el lado negativo y para quienes el optimismo y la felicidad no nos sientan muy
bien, la lucha no sólo nos cansa, nos mata poco a poco.
Dejar todo es un sueño cada día más
lejano, peor aún cuando amarras tu corazón a un puerto inseguro y ruegas todas las
mañanas que no llegue una tormenta.
Si me preguntas qué quiero ahora,
en este preciso momento, es estar mirando al cielo y no tener que ganarme nada, quiero no tener que luchar por nada, quiero tener a alguien que luche por mí. Al menos
por un día quiero solamente mirar el cielo y sentirme segura.
¿Lo hice bien?
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