Esta es una historia imaginaria y algo como el sexto capítulo de “Amores Fugaces” de Jorge Enrique Adoum… Pero aún la siento en todos lados, a cada momento…
Pasó en uno de esos viajes que organizas con tus amigos, sin ningún motivo especial, más que chuparte la vida sin la supervisión de los padres y, si tienes suerte, conocer a alguien lo suficientemente bueno para que te de calor durante una noche, solo una.
El destino esta vez fue Quito. Todo era perfecto, llegábamos al súper depa de una amiga, teníamos tiempo y estábamos felices.
Entre la llegada, el desayuno, los saludos, los paseos por la cuidad, no hay mucho que contar, más que nuestra fascinación de pensar en la posibilidad de que alguno de esos franceses, alemanes, ingleses regados en toda esa ciudad, sea nuestra diversión ese fin de semana.
Por la noche salimos, arregladitas, con botas de tacos altos, aretes grades, abrigadas cual costeñas, Dana, mi mejor amiga, Belén y yo, acompañadas por Andrés, quien nos iba a cuidar esa noche, pues se sentía responsable por nosotras. Creo que él no tenía nuestras expectativas, pero esa noche nos superó a todos. Nos hizo falta John, pero estaba, seguramente, moribundo en su habitación de hotel. El aguante al trago le duró apenas hasta las 11pm, le dio la blanca y lo perdimos.
Buscando por la Plaza Foch a qué bar entrar dimos varias vueltas y optamos por una discoteca. La razón: $ 4.00 mujeres BARRA LIBRE, qué más podíamos pedir? Así empezamos a bailar entre nosotros, pues caritas bonitas no habían.
Luego de un rato,
no tengo idea de la hora, entró un grupo de quiteños interesantes, el acento era su defecto, lo demás, a simple vista era perdonable. Dos resaltaban, que coincidencia! Dana y yo, sumamos dos! Hablaban de sus carros, sus viajes, sus depas, su high class university pfff, as Shania Twain would say: That don’t impresses me much. No quiero alargar esta parte de la historia, Dana se quedó con el que me gustaba, tuve que conformarme con bailar con el otro… Si tan solo pudiera recordar su nombre, pero no viene al caso de cualquier forma.
Mientras bailaba con Mr. Quito, no podía parar de ver a un tipo que sin duda era extranjero, le mandé a preguntar el nombre, el mensajero regresó a decir: Fabio y tú? No regresé el mensaje, pero ya estaba “on to the next one”
Luego de la despedida con los “nuevos amigos” (que luego fueron registrados en el cel como: NO CONTESTAR) y algunos vodkas más, nos encontramos con la discoteca (antro más apropiadamente llamado) prácticamente vacía. Recuerdo un grupito de ebrios mirándonos entretenidos mientras los cuatro gritábamos: Viva Guayaquil!!!, ellos aunque siendo quiteños asombrosamente contestaban: Viva! … Lo que hace el alcohol.
Finalmente salimos del lugar, agarrándonos entre todos, o más bien todas agarradas de Andrés, el único que había logrado mantenerse medianamente sobrio. Caminamos tal vez cuadra y media para tomarnos fotos: besos, abrazos, poses, etc. Cuando vi pasar por la calle a Fabio con alguien más que en ese momento no era de mi interés. Los llamé, con la valentía que solo me dan varios vasos de alcohol (leerse varios como DEMASIADOS), Fabio se colocó entre Dana y yo, y al lado mío un hombre con un afro que no le permitía pasar desapercibido y una cara inconfundiblemente argentina. Say Cheeeseeee! Dijo el desconocido que se ofreció a tomarnos aquella foto.
Argentina, en un momento borroso, me tomó del brazo, me jaló y dijo: “Qué linda que sos pendeja, dame un beso”… Quito desapareció con esas palabras y al abrir de nuevo los ojos, ya había pasado.
CONTINUARÁ...
1 comentario:
Quiero la continuacion sin censura! jaja
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