Te desvaneces cuando sus recuerdos aprietan tu pecho, te quitan todos los sentidos, hasta que la vida duela más la muerte.
Y suspiras sólo vacios y “por qué” son todas tus preguntas que nadie entiende.
Dicen, que desde que él se fue, te convertiste sólo en un cuerpo que deambula como un fantasma entre el concreto. Lo que ellos no ven, es que llevas un alma eterna, pero cansada de recorrer el mundo.
Caes todas las noches en tu cama, rendido de perseguirlo, mientras se escapa entre los sonidos, entre la vida cotidiana y todo aquello que desprecias. Descansas sólo en esos pocos segundos en que el mundo se calla y te das cuenta que él no se ha ido, porque es parte de ti, está atrapado en tu pecho. Y le sonríes a la nada, cuando lo sientes sentarse a tu lado y rozar tus mejillas.
Él es todas las cosas buenas y tú te preguntas, qué hice yo para merecerlo.
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