Camino hacia el gimnasio sin
pensar en nada más importante que en mis planes inconclusos que parecen cambiar
cada día, mientras otros caminan entre escombros buscando sobrevivientes,
siendo héroes sin haberlo pedido.
Son las 9 am en casa, pero son
las 4 pm en una Libia que lucha por causas desconocidas, mientras yo le pregunto a
mamá qué hizo para el desayuno.
Empiezo el trabajo lentamente, a
la hora que me plazca y sólo si me parece, mientras un político planea cómo
quitarnos todo y un terrorista ata bombas a su cuerpo.
Juego a los números en un
escritorio mientras alguien descubre un rincón nuevo el mundo, alguien mira maravillado
las ruinas de Machu Picchu, muchos toman aviones para empezar una nueva vida,
otros se bajan del tren camino a casa y muchos lloran desconsolados por sus
familiares, descubiertos muertos, en las manos de los Zetas.
Llegan las 5 pm, me quejo del
calor del invierno en Guayaquil y pienso que apenas es hora de salir del
trabajo en un Santiago aún iluminado por el otoño, a las 7 pm.
Salgo a cenar y reír con mis
amigos mientras muchos nacen, y muchos mueren.
Así se mueve el mundo... Y yo solo pienso, qué extraña es esta vida que me
lo ha dado todo.
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