Lunes, ni siquiera lo intento. No soy tan ingenua.
Martes, tengo más fuerza, te olvido por ratos.
Miércoles, nunca sé qué día es.
Jueves, como hoy, o sea nada.
Viernes, al fin. Al fin qué. Eres de nuevo mi constante.
Los sábados me pierdo y los domingos ni siquiera existo.
Los domingos me gustan.
Las mañanas salgo al mundo, radiante, y claro, muy falsa.
Las tardes no sé, lo sigo intentando. Supongo.
Las noches: más tristes que antes de tu llegada, pero no tanto como cuando estabas.
Y no hay ningún punto en todo esto, que se repite todos los días, todas las semanas, todos meses de los años que se acaban.
Se acaban de intentos, de esperanzas.
Se llevan las notitas que te guardaba, las canciones que me cantabas.
Se repite todo siempre, pero ojalá mañana... Ojalá mañana, deje de ser hoy.
Espero.
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