Nuestra primera parada en Alemania fue Hamburgo. Apenas llegamos Claudia nos llevó a una máquina donde pudimos comprar el primer ticket para el metro que nos llevaría del aeropuerto al centro de la ciudad. Entramos al metro, nos sentamos, conversamos, llegamos al punto de bajada, salimos y Nadya y yo nos mirábamos extrañadas: en qué parte del viaje debimos haber entregado el ticket? Bue.. whatever, era sábado y feriado, entonces pensamos que era por eso.
Nos pasó varias veces más y en Berlín también.
Luego notamos que en realidad los alemanes son tan honestos que todos pagan por sus viajes en tren o metro, pero nadie los revisa. Hay muchas advertencias por todos lados diciendo que si la policía de metro (algo como una versión europea honesta de los pacos) te pedía el ticket tenías que pagar 45 euros en ese momento y si no tenías, ellos te acompañaban a un ATM a retirar el dinero. Wooow. Con eso, Nadya y yo, decidimos no arriesgarnos. Fueron solo un par de veces que estuvimos con algún ticket expirado (ya que algunos solo duraban horas) y esas pocas veces estábamos las más paranoicas: polizei polizei! Gritábamos cuando veíamos uno cerca. No era divertido, bueno a veces sí.
En realidad, luego de salir de Alemania, nuestra mente latina, solo nos decía: qué pendejas! Nunca nos hubieran atrapado, por gusto compramos esos tickets! Nos hubiéramos ahorrado algo de dinero que pudimos haber gastado en salchicha y cerveza! Damn!
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